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Dimensiones espaciales de la acción colectiva de mujeres en el espacio público

Paula Soto Villagrán[1]

Profesora-Investigadora del Departamento de Sociología de la UAM-I

A través de este artículo analizo tres formas de acción colectiva a través de las cuales las mujeres aparecen en los espacios públicos como formas de expresión de sus rebeldías de género. Cada uno de estos ponen en el centro de la reflexión la vida cotidiana de las mujeres y su espacialidad, donde la calle es el escenario del conflicto y donde se desdibuja la oposición público-privado. En primer lugar, desarrollo la salida masiva a la calle de mujeres que en diferentes situaciones históricas han implicado movilizaciones por reivindicaciones y derechos ciudadanos. En un segundo momento analizo algunas formas de inserción de las mujeres en la calle a través de las producciones culturales como el grafiti, rayados, que implican una presencia en los espacios públicos de la ciudad en los muros, aceras y banquetas. Finalmente, un tercer y último contexto de discusión se discute a través de la noción de “públicos” y “contrapúblicos feministas” que se insertan en espacios virtuales donde se movilizan estrategias de visibilidad y de denuncia de la condición de género.

En estos tres contextos se transgrede lo que la sociedad establece como marco de acción legitimado social y culturalmente para las mujeres, se cuestiona centralmente los límites y márgenes entre los espacios privados y públicos, donde transitan hombres y mujeres en la urbe.

Dimensiones espaciales de la acción colectiva de mujeres en el espacio público

XOPA

I

La aparición de las mujeres en la escena pública de manera masiva en nuestro continente tiene como registro la década de los setenta y ochenta cuando la radicalización arbitraria entre la esfera pública y privada se hacía más evidente. En efecto, en este contexto las prácticas colectivas protagonizadas por mujeres, las visibilizaron movilizándose desde diferentes espacios: el mundo laboral, la militancia política, la práctica profesional, el liderazgo social, las organizaciones de base, la lucha por los derechos humanos, lo anterior específicamente en el marco de dictaduras militares. De acuerdo a Jean Franco habría dos factores que han contribuido en América Latina a que las mujeres “invadieran” el mundo público, “los regímenes autoritarios de la década de 1970 y la extrema pobreza causada por la crisis de la deuda externa y por las políticas neoconservadoras impuestas sin la protección ofrecida por el estado benefactor” (Franco, 1993:268)

Salir a la calle a través del ritual de la marcha, actos simbólicos y performativos para denunciar situaciones vividas, reubica a las mujeres como colectivo en el lugar histórico de la lucha heroica principalmente masculina, lugar del cual habían sido sistemáticamente excluidas. Las madres de los detenidos desaparecidos, específicamente las “Madres de Plaza Mayo” en Argentina, o las “Marchas de las Cacerolas” en Chile, son ejemplos que muestran como las mujeres como colectivo utilizaron su posición marginal como recurso para reclamar la polis, representando públicamente la vida privada, “las mujeres convirtieron la ciudad en un teatro, donde la población entera estaba obligada a participar como espectadora y harían públicas tanto la desaparición de sus hijos como la esfera pública misma” (Franco, 1993:271). Presentándose a sí mismas como un nuevo tipo de ciudadanas, cuyo campo de interacción no sería exclusivamente nacional, sino estableciendo relaciones con organizaciones internacionales.

Posteriormente dentro de los movimientos urbanos populares de los años noventa se generan creativas formas de demanda de solución a los problemas cotidianos de sobrevivencia. Un trabajo pionero que muestra esta participación en diferentes países es el de María del Carmen Feijoó e Hilda Herzer (1991) donde por primera vez se reunía reflexiones desde Perú, Argentina, México, Chile, Ecuador, y que plantean en común una crítica al desarrollo urbano, el cual había invisibilidad la participación de las mujeres en la gestión del habitar popular urbano, de esta forma la vivienda, la gestión barrial y municipal, la organización social de mujeres, conforman algunas de las problemáticas que rescatan el espacio cotidiano y muestran relaciones de dominación, resistencia y lucha que posibilitan prácticas espaciales de las mujeres en la trama urbana. Si bien responden a necesidades diferentes y tienen proyectos de acción diversos, en conjunto comparten el anhelo de la ciudadanía, de ser sujetas activas de derechos, agentes de transformación social y de actoras en procesos populares urbanos. En esta línea de reflexión el trabajo de Alejandra Massolo (1992,1994) en México, ha mostrado el rol protagónico de las mujeres de escasos recursos en las organizaciones sociales y particularmente dentro de los movimientos sociales de carácter local que surgen de problemas concretos, como la defensa, apropiación y dominio sobre el territorio, así como también las respuestas colectivas en el proceso de autoconstrucción de vivienda. De esta forma, la ocupación temporal de las mujeres individual y colectivamente de los espacios públicos a través de las manifestaciones políticas, el asociacionismo y la participación en organizaciones sociales vinculadas al movimiento de las mujeres, como vehículos para hacer escuchar su voz y demandar mejorías en su situación de vida, familiar, laboral, barrial, etc., han generado profundos desdibujamientos y procesos de cambio espacial que han repercutido en los sistemas de género y en la forma de elaborar la identidad, así como de moverse, de ubicarse y transitar por territorios que antes le eran ajenos, estableciendo nuevas significaciones y referencias simbólicas dentro del contexto de la ciudad.

Estas investigaciones en su conjunto han tenido dos efectos relevantes; por un lado, han mostrado como la adscripción social y cultural de identidades genéricas como madre-esposa-ama de casa estereotipa y reduce las posibilidades de conocer la movilidad de las mujeres en la urbe. Pues resultaron ser, paradójicamente, tan restrictivas como permisivas, en tanto el control y limitación a la inmediatez espacial facilitaron el entrenamiento y activa participación femenina en la gestión de los asuntos públicos cotidianos, en asociaciones vecinales y redes de solidaridad comunitaria, demostrando capacidad de influencia, liderazgo y eficacia política (Massolo, 1996). Esto llevaría, por cierto, a colocar en el centro del debate la crítica a la dicotomía público-privada, pues la apropiación espacial de las mujeres individual y colectivamente de los espacios públicos junto al asociacionismo y la gestión comunal, permitió desdibujar los tajantes límites entre ambos espacios.

En la actualidad las marchas se mantienen como estrategias políticas en fechas significativas como el día internacional de la mujer, las campañas por la despenalización del aborto, el día de la no violencia en contra de las mujeres, por mencionar algunas.

Campaña Latinoamericana por el Derecho al Aborto

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Todas estas circunstancias parecen acercar y conectar los espacios públicos y privados facilitando un impulso importante para los cambios de percepción en los roles de género, los cuales sin embargo no han llegado a procesarse e integrarse de manera fácil en la definición de nuevas identidades de género.

II

En otra dimensión espacial las imágenes urbanas que comienzan a aparecer a través de los grafitis[2] feministas desde rincones marginales en las murallas, muros, aceras, banquetas en las ciudades latinoamericanas escenifican una nueva forma en que grupos de mujeres intentan apropiarse del espacio urbano. El grafiti hace referencia tanto al dibujo como a la escritura, a textos como a imágenes, a símbolos como a marcas, que utilizan diferentes recursos (pinturas, aerosoles, papelógrafos[3]. Puede entenderse como una práctica social de unos determinados sujetos sociales que se desarrolla en los intersticios que forman parte de las espacialidades cotidianas y que a través de la creatividad, invención y apropiación permiten abordar el carácter situado de los procesos de producción y reproducción de las culturas urbanas[4]. Los grafitis feministas han convertido a la calle en un texto, en lucha y disputa desde donde oponerse, re-elaborar, proponer significados, símbolos y valores vinculados a la deconstrucción del orden patriarcal hegemónico. También han servido de denuncia, demanda y reclamo.

La diversidad de contenidos, temática, estética y formas que se utilizan hacen que sean una realidad difícil de clasificar, sin embargo, esta diversidad también oculta algunos aspectos comunes. En primer lugar, tienen en común el carácter clandestino y anónimo, los grafitis en palabras de Silva, apuntan a un tipo de escritura perversa que dice lo que no se puede decir, y en este juego de decir lo no permitido (lo indecible éticamente que irrumpe como ruptura estética) es que se legitima (1998:23). Muy ligado a lo anterior en segundo lugar los grafitis feministas comparten con la estética del grafiti en general el carácter transgresor. Estas expresiones discontinuas han ido alterando los marcos de referencia instalándose en zonas del entramado de la vida urbana y pueden ser de hecho vistos en términos de García Canclini (1998) como un modo marginal, des institucionalizado, efímero, de asumir las nuevas relaciones entre lo privado y lo público, entre la vida cotidiana y la política.

Así, por intermedio de imágenes, frases, consignas, humos, se cuestiona el orden social, moral, cultural en tanto es una inscripción, una marca que subvierte, las mujeres se re-presentan a sí mismas como sujetas, ciudadanas, actoras urbanas. En esta lógica argumental lo que me interesa resaltar en estas acciones es el papel que tiene el espacio físico y simbólico en la construcción del mundo social. Si focalizamos la atención en las expresiones en torno a los derechos reproductivos, en particular la despenalización del aborto e incluso la demanda por la legalización del aborto, podemos ver como los muros y las murallas han sido utilizados para transgredir profundamente por una parte el orden urbano que prohíbe el uso de la vía pública para estos fines, pero también se desobedece la autoridad, la norma, se traiciona un orden que regula, induce y controla ciertos significados en torno al cuerpo, como podemos ver en las siguientes imágenes.

Campaña Latinoamericana por el derecho al Aborto

Campaña Latinoamericana por el Derecho al Aborto

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En estos ejemplos vemos como los discursos que se escenifican al no disponer de circuitos comerciales, políticos o massmediáticos para expresarse, los muros, murallas, aceras sustituyen esa posibilidad y con sus referencias sexuales, políticas y estéticas, afirman su identidad, sus estilos y modos de vida. De esta forma la relevancia del grafiti como forma de intervención urbana se vincula con el surgimiento de nuevas identidades que toman posesión y presencia en las ciudades. En este sentido Nancy Fraser plantea que los terrenos públicos discursivos se transforman en importantes lugares para construir, destruir y reconstruir la identidad social.

III

Del espacio público a las opiniones y redes públicas. En otro ámbito del debate encontramos un interesante aporte en torno a las redefiniciones conceptuales del espacio público producto de los procesos de globalización. En este sentido algunos críticos hablan de una desterritorialización producida por la realidad virtual, ya que la localización geográfica y el cuerpo material, dejan de ser elementos necesarios y determinantes de la sociabilidad, lo que plantea una gran dificultad para definir la idea de espacio con la antigua concepción que lo ligaba a lo estable y permanece en un mundo globalizado a la vez fragmentado. Augé (1998), Ortiz (2002).

Desde esta perspectiva los vertiginosos desarrollos tecnológicos, la informática, las telecomunicaciones y el surgimiento de la sociedad de los medios han reconfigurado no sólo el trazado de las nociones de público-privado, sino los contenidos de ambos conceptos se han visto problematizados, ya que como plantea Ferry el “nuevo espacio público incluye tanto imágenes como elementos del discurso, comentarios, discusión con los más racionales fines de elucidación” (Ferry, 1995:20). Cabría hacer una puntualización respecto a lo anterior, si bien esta noción de espacio público abre la posibilidad de existencia de múltiples esferas culturales, políticas, económicas, etc., por lo tanto, el concepto de “público” es un elemento fundante en la definición del espacio público.

De esta forma, la estructuración del “Espacio público” no sólo se organizará en torno a los medios de comunicación sino también mediante la interacción y comunicación producto de los espacios virtuales. Con lo cual, del espacio público debemos trasladarnos a la idea de la opinión pública como la masa segmentada de opiniones particulares que expresan intereses divididos y conflictivos, tomada más tarde por los institutos de encuestas (Ferry, 1995). Sin embargo, frente a la complejidad social que evidencia el ciberespacio no se puede hablar de una voluntad general, de un público en singular, de manera que toda la humanidad se aun público, un único público dominante, como si no existiera la multiplicidad de públicos.

Articulo estos planteamientos con la idea de Nancy Fraser de públicos alternativos, porque han sido desde estos espacios donde los grupos segregados, socialmente tales como las mujeres, los homosexuales, las etnias han levantado discursos de protesta y se han constituido en públicos alternativos, “propongo llamarlos contra-públicos subalternos, para así poder señalar que son terrenos discursivos paralelos en donde los miembros de los grupos sociales subordinados inventan y hacen circular contra discursos, que al mismo tiempo les permiten formular interpretaciones de oposición acerca de sus identidades, intereses y necesidades” (Fraser, 1993:41).

Desde esta mirada, el fenómeno de la globalización[5] ha sido vital para que surjan contra-públicos que dan cuenta de las exclusiones y desiguales que experimentan ampliando así los espacios del discurso[6]. Pero también han sido especialmente relevantes para articular diferentes expresiones de los movimientos sociales, puesto que la capacidad de auto organización y las posibilidades de establecer una comunicación horizontal se han diversificado con el acceso a internet, favoreciendo el intercambio de información de manera permanente, fluida e instantánea.

Particularmente para el contra-público feminista el espacio virtual en nuestros días tiene mucha significación, pues ha facilitado visibilidad, situar problemas que hasta hace poco tiempo eran considerados exclusivamente “privados”, internos, familiares y se han llevado a un intercambio a nivel global y público. De esta manera cuestiones como campañas en torno a la legalización del aborto, de denuncia frente al acoso sexual, movimientos en contra de la violencia doméstica, activismo de identidades disidentes, acciones globales por el cuerpo y la sexualidad, la organización política de los feminismos tiene un estatus de existencia virtual permitiendo a los diferentes discursos feministas constituirse en un “contrapúblico” en términos de Fraser (1993). Los contrapúblicos subalternos tienen dos funciones, “por un lado funcionan como espacios de repliegue y reagrupamiento; por otro lado, también funcionan como bases y sitios de entrenamiento para actividades de agitación dirigidas hacia públicos más amplios” (Fraser, 1993:42). Es dentro de estas funciones que se puede ubicar el carácter organizativo y de resistencia social de los contrapúblicos. Cabe mencionar sin embargo que en sociedades como las nuestras donde la modernidad no se ha asentado todavía, pero podemos acceder a mensajes de todas partes del mundo, la apertura de fronteras, la participación en comunidades desterritorializadas, entre otras, aún persisten accesos diferenciados y segmentados a los bienes y mensajes globalizados por edad, género, nivel educativo, económico, etc.

Sólo bajo la idea de que existan terrenos públicos a los que accedan grupos con discursos, valores, y argumentos diversos, lo privado puede instalarse en la deliberación pública y convertirse en asunto común o interés común, debido a que las problemáticas que afectan a la mitad de la población de mujeres, también afectarán directamente a la otra mitad de los hombres, privilegiando las múltiples expresiones culturales de todos los grupos que existen en una sociedad.

Algunas reflexiones finales

Dar cuenta de algunos de los actuales procesos de organización y movilización de las mujeres en la ciudad no es una tarea fácil, los trazados binarios que han servido para pensar las ciudades tales como productivo-reproductivo, público-privado, casa-calle, entre otros, por un lado, han servido para invisibilidad las experiencias urbanas de las mujeres, Mc Dowell (2000), Seagert (1981), Del Valle (1997). Y, por otro lado, expresan profundas desigualdades espaciales producto de roles asignados dentro de estructuras de poder influenciadas por una perspectiva masculina tanto de la planificación como de la cultura dominante Massolo (1992,1994).

En este sentido, hemos propuesto que los rituales de la marcha, los grafitis y las redes virtuales recuperan el sentido tradicional de la protesta y re-significan el espacio en tanto físico y simbólicamente construido, en tanto permiten mayor visibilidad, a la vez que dramatizan formas de resistencia orientadas a rechazar las condiciones de subordinación de amplios sectores de mujeres. La ciudad aquí es vista como lugar de transformaciones y apropiaciones que inciden en la manera en que las mujeres viven los tiempos y espacios de la ciudad.

Bibliografía

  • Augé, Marc (1998). Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la Sobremoderninad. Gedisa, Barcelona.
  • Del Valle, Teresa (1997). Andamios para una Nueva Ciudad. Lecturas desde la Antropología. Cátedra., Madrid.
  • Mac Ferry, Jean, Wolton, Dominique y otros. (1995): El nuevo espacio Público. Barcelona, Gedisa.
  • Franco, Jean. (1993). “Invadir el espacio público, trnasformar el espacio privado”. En: Debate Feminista. Año4. Vol.8.
  • Fraser, Nancy (1993). “Repensar el ámbito público: una contribución a la crítica de la democracia realmente existente”, Debate Feminista, Año 4 Vol. 7, México D.F., pp. 23-58.
  • García Canclini, Néstor (1995) Consumidores y ciudadanos. Conflictos multiculturales de la Globalización, Grijalbo, México, D.F.
  • García Canclini, Néstor (1996). “Público-Privado: la ciudad desdibujada”, Alteridades, Año 6, Número 11. México D.F., UAM-Iztapalapa, pp. 5-10.
  • García Canclini, Néstor (1998) “¿Ciudades Multiculturales o Ciudades segregadas?”, en Debate Feminista, Año 9, Vol. 17, México D.F., pp. 3-19.
  • Massolo, Alejandra (1992) Mujeres y Ciudades. Participación social, vivienda y vida cotidiana, El Colegio de México, México D.F.
  • Massolo, Alejandra (1994) Los medios y los modos. Participación política y acción colectiva de las mujeres, El Colegio de México, México D.F.
  • Mc Dowell, Linda (2000) Género, Identidad y lugar, Un estudio de las geografías feministas, Cátedra, Madrid.
  • Ortiz, Renato (2002) Otro Territorio. Ensayos sobre el mundo contemporáneo. Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes.
  • Seagert, Susan (1981) “Masculine cities and feminine Suburbs: polarized ideas, Contradictory Realities”, en Women and the American City, Chicago, The University of Chicago Press, pp. 93-108.
  • Silva, Armando (1998) Imaginarios urbanos. Cultura y comunicación urbana, Bogotá, Tercer Mundo editores.
  • Silva, Armando (2001) “Imaginarios: estética urbana”, en Imaginarios: Horizontes Plurales.
  • Valdés, Teresa (1991) Venid benditas de mi padre. Las pobladoras, las rutinas y sus sueños, FLACSO, Santiago.
  • Valdés, Teresa (1993) y Weinstein, Marisa, Mujeres que sueñan. Las organizaciones de pobladoras en Chile: 1973-1989, FLACSO, Santiago.

Notas

[1] Este texto retoma líneas de reflexión publicadas en el artículo denominado La calle, el muro la red. Transgresiones urbanas, Revista Ciudades N° 84.

[2] El análisis del grafiti seguramente está incompleto pues documentar la diversidad de experiencias de los grafitis feministas en el continente es una tarea que sobrepasa el sentido de este trabajo, en este sentido es importante puntualizar que se habla de grafitis en general para argumentar en sentido protesta social que conllevan.

[3] Para este trabajo, utilizo la idea de grafiti como expresiones diversas, pueden ser rayados, papelógrafos, esténciles, marcas que intervienen la ciudad material y simbólicamente.

[4] Estoy entendiendo la cultura urbana como “un conjunto de esquemas de percepción, valoración y acción de actores históricamente situados en un contexto específico, sujeto a un marco de regulación y ordenamiento. Bajo esta perspectiva la cultura urbana se constituye en la mediación entre las condiciones objetivas del entorno y la subjetividad de los actores en un proceso co-constructivo” (Reguillo, 1996:75).

[5] Entiendo entonces la globalización como “un proceso de fraccionamiento articulado del mundo y recomposición de sus pedazos…la globalización no es simplemente un proceso de homogeneización sino un reordenamiento de las diferencias y desigualdades sin suprimirlas” (Canclini, 1995:73)

[6] Pensar la posibilidad de que existan múltiples públicos subalternos en el contexto del escenario global es de gran importancia, pues acompañando el paisaje unificado e integrado que caracteriza a la globalización, también se nos presenta otra imagen fragmentada expresada en la desigualdad y la exclusión, de alguna forma las desigualdades también se han globalizado y transnacionalizado.


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