6

Etnicidad y Cultura

[1]David Maybury Lewis

La etnicidad es un tipo de camaradería que vincula a las personas y las hace sentir diferentes de las demás; empero, es difícil decir con precisión qué tipo de sentimiento es y por qué y en qué momento la gente será fuertemente afectada por ella. Bajo ciertas circunstancias, algunas personas están dispuestas a morir e incluso a matar en nombre de su grupo étnico. Otras, en circunstancias distintas, difícilmente están enteradas de su propia etnicidad y le prestan poca atención en sus vidas cotidianas. ¿Qué es entonces la etnicidad y por qué tiene esa cualidad evanescente?

La etnicidad es como el parentesco. Cuando las personas se reconocen entre sí como parte de un grupo étnico, se sienten como parientes lejanos vagamente interrelacionados por una filiación común, tan distante que nadie puede trazar la relación precisa. La etnicidad es la idea del grupo sobre su propia especificidad frente a otros; invariablemente se basa en una noción de una historia común y de otras características compartidas como el color de la piel, la religión, el lenguaje, la cultura. Algunos grupos pueden tener una etnicidad común impuesta, sin que ellos mismos la sientan o la reconozcan. Un claro ejemplo en América es la gran variedad de poblaciones que fueron agrupadas bajo la denominación de “indios» por los recién llegados al hemisferio. La etnicidad es así un sentido de “pertenencia» que se adscribe a los pueblos, ya sea por ellos mismos, por otros o por ambos.

Como las familias, los grupos étnicos pueden o no tener un fuerte sentido de identidad, y pueden o no mantenerse juntos. Empero, hay una importante diferencia entre los lazos familiares y los lazos étnicos. Normalmente, todo mundo en todas partes empieza su vida como parte de una familia y en algún momento debe actuar como tal. Esto es verdad incluso en sociedades como la ex Unión Soviética que han tratado de disminuir las funciones de la familia, o en sociedades como en algunas partes de los Estados Unidos donde ésta se ve reducida hasta el punto de la desaparición. En este sentido se podría decir que los lazos familiares (como sea que se definan) son vínculos verdaderamente primordiales. No ocurre lo mismo con los lazos étnicos. Potencialmente todos podríamos ser parte de un grupo étnico en el sentido de que todos hablamos una lengua, tenemos un color de piel, vivimos en lugares que tienen una historia…; pero estos criterios (u otros) no necesariamente nos hacen ser parte de uno. La etnicidad solo aparece en el juego con el reconocimiento de ciertas características compartidas que dan lugar a una identidad grupal.

En algunos lugares, la religión puede servir para distinguir a un grupo étnico, y en otros puede ser un criterio irrelevante. La etnicidad puede depender del color de la piel en ciertos sitios y en otros no. Una lengua común puede o no diferenciar a un grupo étnico. Los francos parlantes como tales, por ejemplo, no constituyen un grupo étnico sin embargo, tener la lengua francesa como lengua materna, es el aspecto distintivo más importante del grupo que desea convertir Québec en un país independiente. De manera similar, la lengua es la característica más importante para diferenciar a los principales grupos étnicos de Bélgica: a los walloons, que hablan francés, de los flamencos, que hablan holandés. Pero quizá el criterio más sensible y maleable es el reconocimiento de una historia común. Los grupos étnicos deben tener un sentido compartido de su pasado, pero ese pasado está abierto a construcciones o reinterpretaciones en una variedad de formas tal que puede tener consecuencias trágicas en el presente.

Los grupos étnicos, entonces, no se forman porque las personas compartan la misma raza, lengua o cultura. Se forman porque quienes comparten esas características deciden que son miembros de un grupo distintivo, o porque la gente que tiene en común tales características es equiparada y tratada por los extraños como un mismo grupo. Las personas que consideran estar étnicamente relacionadas entre sí establecen reglas y acuerdos concernientes a la esencia y a los límites de lo que tienen en común con relación, de hecho, a su cultura. También tratan de llegar a un acuerdo sobre quiénes son parte de su grupo y quiénes no.

Estos mecanismos para mantener las fronteras del grupo son fundamentales porque lo perpetúan. La gente debe saber si otros pueden ser admitidos en el grupo y si es posible “pasar» como uno de ellos, sea formal o informalmente. También necesita saber qué tanto puede el individuo desviarse de las normas y comportamientos del grupo antes de que él o ella deje de ser considerado como parte del mismo. Sobre todo, necesitan saber en qué medida y qué tipo de interacción pueden tener los integrantes del grupo con los extraños si no desean perder su identidad. Algunos grupos, como los Estados Unidos, mantienen su distancia de la cultura que los rodea mediante un elaborado sistema de reglas diseñado para limitar el contacto de los miembros de la comunidad con el exterior. Así mismo, a los judíos les preocupa cuántos de ellos pueden adoptar las costumbres de los «gentiles», y particularmente si pueden casarse con compañeros no-judíos, sin perder su condición judía.

Los grupos étnicos nunca Invariablemente están aislados. Invariablemente tienen contacto con otros, y sus miembros invariablemente interactúan con otros grupos, incluso con aquellos que les son hostiles. Es por eso que los acuerdos sobre las fronteras y su conservación son absolutamente cruciales; cuanto más fuerte sea el sentimiento étnico que mantiene al grupo unido, tanto más estrictos serán sus miembros en tratar de reforzar sus fronteras —lo cual explica por qué los matrimonios interétnicos frecuentemente encuentran resistencia por parte de las familias involucradas. De hecho, la forma en que se mire a tales matrimonios como algo impensable, reprobable, inconsecuente o deseable dice mucho sobre las ideas de las personas sobre su propia etnicidad y sobre la situación interétnica en la que se encuentran. La inmigración, el exilio, y otras situaciones que movilizan a los pueblos, con frecuencia fuerzan a formar nuevas identidades étnicas en la medida en que esas personas establezcan relaciones con aquellas de los países que las reciben.

Si bien quedan pocas sociedades que no tengan contacto con el resto del mundo, hay algunos pueblos remotos que tienen relativamente poco. Tales pueblos a menudo son referidos como “tribales”, pues viven en un aislamiento relativo y eligieron resolver sus propios asuntos sin la autoridad centralizada de un Estado. Otros grupos étnicos son llamados “indígenas», pues sus territorios han sido ocupados por gente que se diferencia de ellos por características como la raza, la lengua o la cultura. Es entonces una condición de los pueblos indígenas ser marginados y dominados por aquellos Estados que demandan jurisdicción sobre ellos.

Los grupos étnicos cubren un amplio espectro desde indígenas, tribus, hasta sociedades sub-estatales que incluso pueden ser consideradas como nacionalidades y aspirar a la nacionalidad. Las minorías nacionales chinas, por ejemplo, satisfacen el criterio para ser consideradas indígenas. Sin embargo, son diferentes a la mayoría de los pueblos indígenas en que algunas tienen poblaciones que alcanzan los varios millones. Los zhuang cuentan alrededor de dieciséis millones; los manchu, diez millones; los hui, aproximadamente nueve millones; y los miao y los uygurs, ocho millones cada uno. Estas minorías nacionales ocupan cerca de la mitad del territorio de China y han desempeñado un papel importante en la historia de este país. En otros respectos su situación es muy similar a la de otros pueblos indígenas en el mundo. Por ejemplo, los tibetanos, como los uygurs y los musulmanes de la lejana provincia occidental china de Xinjiang, son considerados por el gobierno central como pueblos que se aferran a sus culturas atrasadas, que se rehúsan a adherirse a la corriente china dominante y que intentan de manera constante separarse del Estado.

Esta preocupación sobre las minorías étnicas que no desean unirse a la corriente dominante es algo relativamente nuevo en la historia de la humanidad. A través de la historia, la mayoría de los Estados organizados han sido multiétnicos y multiculturales. En  los imperios, un pueblo típicamente dominó a los otros. En muchos Estados  un grupo étnico normalmente domina a los demás.En efecto, muy a menudo los estados contienen pueblos que hablan distintas lenguas y que viven de acuerdo a tradiciones y costumbres que difieren de las de la mayoría dominante. La idea de que al Estado debería corresponder a una sola bastante reciente. Se deriva de dos grandes nación o cultura es tendencias en el pensamiento occidental que llegaron a esta conclusión por vías distintas. Una surge de los teóricos de las revoluciones francesa y norteamericana. Escritores como Rousseau, en su Contrato social, 1762, y James Madison en The Federalist Papers #10 de 1787, defienden un concepto publicado en del Estado en el cual la legitimidad del gobierno deriva del pueblo. Este Estado revolucionario respetaría la dignidad de sus ciudadanos en tanto individuos, iguales ante la ley, pero no haría nada por conservar su etnicidad, aunque ellos lo desearan. Por el contrario, los teóricos revolucionarios pensaron que la etnicidad desaparecería en la medida en que las tendencias modernizadoras de la época postrevolucionaria la volvieran irrelevante. El Estado establecería así una cultura moderna,uniforme, para todos sus ciudadanos.

Una tendencia alternativa en el pensamiento occidental fue defendida en gran parte por alemanes como Herder y Fichte, escribieron a principios del siglo XIX. A ellos les preocupaba la condición alemana,» el problema de cómo podría florecer la cultura alemana si los alemanes mismos estaban dispersos en diferentes naciones europeas. Estos escritores llegaron a la conclusión de que idealmente un Estado debería representar la cultura de un solo pueblo, de lo cual se deriva que un pueblo con una cultura distintiva podría, y quizá debería, aspirar a tener su propio Estado. Esta idea fue el núcleo del nacionalismo del siglo XX, una ideología devastadora que n o s ha llevado a una serie de interminables conflictos e indecibles sufrimientos, como los que provocó lo que se ha llegado a conocer (de manera poco halagadora) como balcanización.

Este tipo de nacionalismo étnico en el este y el sudeste de Europa proporcionó el incentivo que eventualmente encendió la conflagración de la Primera Guerra Mundial. Al finalizar la guerra, se hizo un esfuerzo serio para disminuir las tensiones étnicas al permitir a algunos de los grupos étnicos oprimidos formar sus propios Estados. El presidente Woodrow Wilson guio este esfuerzo basado en el hecho de que era lógico, para los creyentes de la democracia, apoyar la causa de la libertad tanto de los pueblos como de las personas. La campaña en nombre de la “autodeterminación”, como fue llamada, tuvo que lidiar con mayores dificultades. No era práctica ni políticamente posible permitir a todos los pueblos con un sentimiento de nacionalismo que formaran sus propios estados. No obstante, el mapa de Europa fue redefinido al permitir a checos y eslovacos formar el nuevo Estado de Checoslovaquia, a los eslavos del sur formar Yugoslavia, y así sucesivamente. Pero inevitablemente muchos estados, incluyendo los nuevos, aún contenían minorías sustanciales que no eran de la nacionalidad o nacionalidades dominantes. A menudo fueron estas minorías, que habían sido contagiadas del prevaleciente espíritu nacionalista, las que se sintieron decepcionadas cuando SIIS aspiraciones particulares no pudieron llevarse a cabo. La Liga de Naciones supuestamente ofrecería protección a las minorías, pero pronto demostró su incapacidad para ello. Peor aún, ni siquiera podía proteger a estados como Checoslovaquia, que habían cooperado con la Liga e intentaban cumplir sus preceptos poniendo en práctica las políticas de protección a las minorías.

Está claro que estaban equivocados aquellos teóricos que predijeron que la etnicidad desaparecería en las sociedades genuinamente modernas. Estaban equivocados en dos cosas. La etnicidad no se “evapora» en los estados modernos. Por el contrario, hemos atestiguado un resurgimiento del orgullo étnico y reafirmación en los años recientes. Los pueblos indígenas como los nativos americanos, los hawaianos, los aborígenes australianos y los Maori de Nueva Zelanda, están ahora insistiendo en su derecho de preservar sus propias culturas y administrar sus propias tierras insistiendo, más aún, en que dichas demandas no los hacen extranjeros en sus propios países, y en que no deben ser usadas para tratarlos como ciudadanos de segunda clase. Aún más sorprendente resulta el hecho de que, después de 500 años de negación, un Estado tras otro en América se ha proclamado a sí mismo como constitucionalmente multiétnico, y así éstos han expresado su deseo de tolerar naciones semi autónomas dentro de ellos mismos. México, Colombia, Ecuador y Bolivia, todos ellos con grandes poblaciones indígenas, se han declarado constitucionalmente multiétnicos. Este nuevo espíritu no aplica solamente a los pueblos Naciones europeas como Inglaterra y España y otras, han concedido autonomía local dentro del Estado descentralizado a las provincias étnicas. Este deseo de tolerar distintos grupos étnicos dentro de un Estado no solo es políticamente sabio, sino también culturalmente benéfico. Esa tolerancia protege al más importante recurso del que dispone la humanidad, a saber, la extraordinariamente rica variedad de culturas y formas de vida que los seres humanos hemos desarrollado. Esta diversidad es frecuentemente amenazada por las fuerzas de la globalización que tienden a eliminar las diferencias culturales y convierten a las naciones en centros comerciales que difícilmente se distinguen entre sí. La variación cultural hace al mundo interesante. La tolerancia de ésta hace al mundo un lugar más placentero y pacífico para vivir.

La otra manera en la cual hoy еn día la gente sistemáticamente entiende mal la etnicidad, es asumiendo que si es tolerada, conduce inevitablemente al conflicto. Más aún, hoy en día hay una tendencia internacional a alzar los hombros ante los conflictos étnicos y a proclamar que no hay mucho que se pueda hacer por ellos, ya que son el resultado de primordiales enemistades étnicas que están irrumpiendo en nuestro mundo retribalizado.

Como sea la conclusión es bastante pesimista. Ésta nos lleva a pensar que los conflictos étnicos odios son el resultado de primordiales, cuando en la mayoría de los casos, no tienen nada que ver con esto. La mayoría de los conflictos étnicos en el mundo de hoy han sido creados por personas que vieron alguna forma de beneficiarse de ellos. Aún en los peores escenarios, como el de la guerra genocida entre Tutsis y Hutus en Ruanda, o la «limpieza” étnica en la antigua Yugoslavia, difícilmente fueron ejemplos de “combustiones” étnicas espontáneas. Los hutus y los tutsis eran originalmente miembros de una sola sociedad que fue separada en pseudo-castas antagonistas por las políticas de los poderes coloniales (Alemania y después Bélgica), y que fueron enfrentadas una contra otra. Los pueblos de Yugoslavia tenían una larga historia de coexistencia antes de que fueran separados por fuerzas externas durante la Segunda Guerra Mundial, y antes de que recientemente fueran separados nuevamente por el nacionalismo oportunista de sus líderes ex comunistas.

Estos ejemplos demuestran que los Hutus y los Tutsis, y los servios y los croatas no han estado siempre “a punto de matarse”. Por el contrario, cada par de pueblos comparte una cultura similar, habla lenguas mutuamente inteligibles, у ha vivido pacíficamente conviviendo por largos periodos de tiempo. ¿Cómo entonces, podemos entender el reciente derramamiento de sangre entre ellos?

La causa inmediata de estas matanzas es que fueron instigadas por políticos sin escrúpulos, del tipo de los que Valery Tishkov, un especialista ruso en asuntos de identidad cultural, ha denominado “empresarios étnicos». Como la etnicidad es una cuestión de definiciones manipulables, los empresarios étnicos se vuelven especialistas en esa manipulación —en la creación de situaciones, aún genocidas, que realcen su poder y sus ganancias económicas. Aún así, esto no explica por qué y bajo qué circunstancias estos manipuladores tienen éxito. Los servios y los croatas pueden haber vivido relativamente en paz por largos periodos de tiempo y aún de cualquier modo, ¿por qué, en determinado momento, siguieron a líderes que los llevaron a tener un conflicto entre ellos?, ¿por qué – para ponerlo en términos más generales-, la gente sigue a los empresarios étnicos?. La respuesta es que lo hicieron en momentos de estrés y de miedo como los que estamos viviendo.

Esta es una era en la que la incertidumbre y la inestabilidad han afectado a muchos estados que emergieron de los viejos imperios coloniales. Una situación similar ha afectado a muchos estados que están tratando de ajustarse al colapso comunista y a la desaparición de los tratados que fueron cerrados durante la Guerra fría.

Encima de la inestabilidad política, la gente tiene que lidiar con la inestabilidad económica ocasionadas por la revolución en la tecnología y el procesamiento de información y la globalización que lleva estos cambios a la vida de los pueblos más remotos. Con la antigua Unión Soviética, que fue hasta hace poco una de las dos superpotencias del mundo, ahora desastrosos estragos ווסט económicos, no es sorprendente que otras naciones estén sintiendo también la molestia de la pobreza y la incertidumbre. En momentos de estrés, cuando con frecuencia la gente no sabe si su nación va a sobrevivir, y de ser así en qué forma; en tiempos en que la gente teme perder sus empleos, sus ahorros, su red de seguridad social, si tenían una; en tiempos como éstos, la gente quizá seguirá a líderes que le prometan seguridad, siempre y cuando se mantengan unidos a los miembros de su grupo étnico.

Sin embargo, es importante entender cómo y por qué esas incertidumbres podrían llevar a personas en diferentes partes del mundo a un conflicto étnico, e igualmente es importante comprender que esos conflictos no son ni inevitables ni primordiales. Aprenderemos que los pueblos indígenas y las minorías étnicas no trastornan al Estado por el hecho de mantener sus propias culturas, siempre que éste los trate como un recurso y no como una amenaza. Sobre todo es crucial que comprendamos que los estados pueden ser y han sido ambas cosas, pacíficos y multiétnicos, de modo tal que podemos tomarlos a éstos como modelos para el futuro, en vez de aceptar los innecesarios conflictos étnicos del presente.

Notas

[1] Maybury-Lewis, David (2001), «Introduction: Ethnicity and Culture», en K.M. Kostyal (ed.), Peoples of the World, National Geographic, Washington, D.C. Traducción de Mariana Mackinney Fuenlabrada (licenciatura en antropología social, Universidad Autónoma Metropolitana – Iztapalapa).